Cuando termine todo esto
porque terminará,
quiero que el mundo se llene de primeras veces
Otra vez
Hace más de un año que
se declaró la pandemia. Algo, algo hemos avanzado. Ya están aquí las vacunas
para la población y a Angel ya le ha tocado la primera dosis de la AstraZeneca.
Yo espero que en poco me citen. Una vez vacunados los sanitarios y algunos trabajadores
esenciales, aunque con Moderna y Pfizer, han empezado con la población general,
de mas edad a menos. Pero la vacuna AstraZeneca no parece recomendada para
mayores de 65 por lo que han empezado con la población de 60 a 64 aunque esto es hoy y a hora en la que escribo
este relato por que el escenario no es que cambie de un día para otro, cambia
dentro del mismo día y lo que en un momento no era válido, a las pocas horas sí
lo es. El desconcierto se añade como otro sentimiento más durante esta pandemia.
Y si me enrollo con
esto es porque se habla de que estamos a las puertas de la cuarta ola y desde
prácticamente el puente de San José, el
19 de marzo, todas las comunidades autónomas están cerradas perimetralmente,
incluida Madrid y así permanecieron hasta el 9 de abril. Pero pasada esta fecha,
ninguna, excepto Madrid, ha abierto su frontera perimetral. Pero es un
escenario tan cambiante, que el jueves día 8, Extremadura dijo que abría y el
viernes, cuando lo teníamos todo preparado para irnos unos días a las Hurdes, se
retractó así que pusimos en marcha el “plan b” la sierra de Madrid, una vez más.
Y aquí estamos.
Salimos el domingo por
la mañana para no coincidir con alguno de los más de seis millones de
madrileños que se mueven por la comunidad como fieras enjauladas y que todos
los fines de semana invaden la sierra y si en un principio pensé irnos a La
Pedriza, luego,…me resultó excesivamente cercano a casa, a escasos 30 km así
que cambié el rumbo y de nuevo la Sierra
del Rincón fue nuestro destino.
Estamos en Pradena del Rincón donde nos escapamos
también en enero pero esta vez el lugar en el que estuvimos entonces…lo han
cerrado con una cadena. Vamos a morir de éxito. Antes éramos pocas autocaravanas
moviéndonos, ahora,….quizás demasiadas y concentradas en Madrid y moviéndonos
por la sierra….no quiero ni pensarlo.
Estamos aparcados en
la carretera en la Laguna del Salmoral pero apenas pasan coches (1.049070, -3.523291)
Hemos llegado a la hora de comer y nos hemos reunido cuatro entre
camper y furgonetas, pero ahora, alrededor de las 18 horas, estamos solos.
Hemos dado una vuelta a esta…lo llaman laguna, pero no quiero ofender a nadie,
más bien es una charca un poco grande. Hemos visto herrerillos que últimamente
los vemos a simple vista, unos machos de ánade real, tres, sin hembras y una
pareja de zampullines chicos, pero…que
no estamos seguros ya que se sumergían con mucha frecuencia y era difícil
identificarlos. También un trio de galápagos de tamaño considerable. Esta lagunilla tiene un hide para observar las
aves y un parque de rocas, curioso e interesante para los chicos.
El paisaje es
delicioso. La primavera ha hecho su entrada y va vistiendo los arboles de hojas
y pintado todo de color verde en todas sus gamas. El color amarillo de las
florecillas salpica estas extensiones verdes enmarcadas por las cimas cercanas
y techadas por el gris de un cielo cubierto de nubes de tormenta que de vez en
cuando dejan pasar los rayos del sol que lo iluminan todo. La verdad es que es
hermoso y aunque estemos a 100 km escasos de casa, hay que llenar los ojos de
estos paisajes mientras esperamos a que nuestros horizontes puedan ampliarse,
que no quedará mucho ya para eso. Y es que ….echo de menos el mar, pasear por
la playa, sentir la caricia de la arena en mis pies, el frío del agua
lamiéndome mis pies, jugando con la playa. Echo de menos el infinito horizonte
que se abre en el mar….Pero, todo llegará…..
Noche tranquila y muy
fría. Una fina capa de escarcha cubre las zonas umbrías pero un brillante sol
ilumina todo intensificando los colores y alegrándolo todo.
Con mucha tranquilidad
partimos hacia Puebla de la Sierra,
ascendiendo el puerto. Arriba, unas espléndidas vistas del valle de Puebla de
la Sierra por un lado, y de la Sierra de Guadarrama por otro.
Descendemos el puerto
con alguna que otra buena curva y nos topamos con un camión que transporta
maquinaria pesada aunque afortunadamente un coche avisa y nos podemos retirar en
la cuneta en un espacio amplio hasta que pasa.
Aparcamos a la entrada
del pueblo y nos dirigimos al comienzo de la senda del robledal tomando
la calle de la fragua que sale a mano izquierda y que asciende hasta un nogal
que marca el inicio de la ruta que está bien señalizada. La senda, ancha y cómoda discurre al principio entre huertos y
frutales. Después asciende para luego girar a la izquierda compartiendo tramo
con una regadera. Ya hemos empezado a ver los robles que eran utilizados para
hacer carbón y vigas para construir viviendas.
En un punto del camino
observamos una vez más lo que nuestros abuelos llevan practicando toda la vida
y que los ecologistas han puesto de moda: el reciclaje. Así un grupo de bañeras
colocadas en fila hacen de improvisados abrevaderos.
Poco a poco comienzan
a aparecer robles de inmenso porte, uno tras otro, hermosos, vivos, viejos
gigantes, testigos mudos del pasado y… no puedo evitar abrazarme a uno para
sentir su fuerza. Continuamos caminando en soledad, por una cómoda y ancha
pista entre robles que aún permanecen desnudos ya que a la primavera no la ha
dado tiempo aun para vestirlos.
Llegamos a un estanque que parece que guarda
el agua de riego. Es el punto de inflexión y comenzamos a dar la vuelta. Qué paz, qué tranquilidad.
Soy capaz de distinguir hasta tres trinos distintos. El canto de los pajarillos
nos acompaña todo el camino y a veces conseguimos distinguir algún grupo pequeño
juguetón.
Casi sin darnos cuenta
nos encontramos de nuevo en el pueblo. Dejamos a Tula en la autocaravana y nos perdemos
por sus callejuelas que tienen su
pequeño encanto sobre todo la zona donde está el ayuntamiento y la iglesia.
Está todo muy cuidado y la armonía apenas se rompe. Casas de pizarra con
ventanas de madera jalonan las pequeñas calles de este pueblecito serrano en el
que la carretera muere.
Mantenemos una breve
conversación con un lugareño que trastea con paneles de colmenas. Como no puede
ser de otra manera, iniciamos una breve conversación con él y nos enseña lo que
les pone a las abejas en la colmena para que luego ellas hagan sus celdas y
depositen su miel. Le pregunto si vende, pero me dice que no aunque observamos
que tiene varias colmenas dentro y diverso material. Más que nada es porque
cuando compro miel en una gran superficie no sé qué estoy comprando, si miel
china o una buena imitación. Aquí al menos me produce mayor confianza.
Dejamos este encantador lugar para poner rumbo a La
Hiruela. La carretera, justa de tamaño, asciende de nuevo el puerto de Puebla de la Sierra y
después el de La Hiruela disfrutando de hermosas vistas. Nuestro camino es solo
empañado por el susto que nos da un camión grande que transporta troncos y menos
mal que tenemos un pequeñín arcén a donde apartarnos porque dudo que hubiéramos
cabido los dos en determinados puntos.
Descendemos el puerto
y llegamos al aparcamiento de La Hiruela.
El más alejado está prácticamente vacío y hay una autocaravana. Está un poco
desnivelado, pero no ponemos calzos, ya estamos curtidos y si el desnivel es
pequeño, nos adaptamos con relativa facilidad.
Como es pronto, decidimos acercarnos a pasear
por sus calles. Hace unos 12 años que estuvimos aquí, entonces con la Fiat
ducato, la camper Adria. No había estos aparcamientos, solo unas plazas a la
entrada y allí hicimos noche un viernes para el sábado por la mañana hacer la
senda de las carboneras. Era otoño y coincidimos con un grupo de cazadores,
ataviados con sus lodem y unos relojes que podrían haber financiado parte de
nuestra camper. Hicimos esa ruta encogidos ya que según subíamos nos pasaron en
4x4 y nos dijeron que tuviéramos cuidado que iban a cazar. Este aviso resultaba
algo amenazador o al menos inquietante,
así que recuerdo que llegado a cierto punto, decidimos regresar haciendo
ruido…por si acaso. Y entonces, nos acompañó nuestra amiga peluda Mara que nos
dejó hace 13 años.
Nos introducimos por
una de sus dos calles principales y sigue siendo tan hermoso como cuando
estuvimos aquí la primera vez. Entonces ya me llamó la atención el encanto de
sus callejuelas, sus casas, de pizarra, su armonía e integración con el
entorno, nada parecía desentonar. Me sorprendió agradablemente, cuando al
acceso a las redes no estaba tan generalizado y por tanto estos rincones de la
sierra madrileña eran más desconocidos permaneciendo ocultos para gran parte de
la población. Ahora, todo está descubierto, publicado y consiguientemente,
invadido. Ahora quizás me parecía más cuidado si cabe. Recorrimos sus calles
hasta la iglesia y regresamos a comer.
Tras un descanso
salimos de nuevo a estirar las piernas y localizamos el principio de la ruta
que queríamos hacer mañana, De molino a Molino y charlamos con un lugareño que
nos confirmó nuestras sospechas de que los fines de semana esto era un horror.
Que eran invadidos por hordas de madrileños, que ayer llegaron a estar 300
personas por las calles, quejándose de que tenían que hacer cola en el único
bar de la localidad. Nos comentó triste que el campo estaba sucio, con latas,
pañuelos de papel, mascarillas…y que los 60 habitantes de este pequeño pueblo
se encerraban sus casas el viernes para no salir hasta el lunes. Hoy,
lunes en el aparcamiento contaríamos una
veintena de turismos. Sigo sin comprender a qué se dedica la gente…
Regresamos a la
autocaravana y ya estábamos solos. Se
habían ido todos los turismos e incluso la autocaravana vecina, pero antes del
anochecer vino una camper que nos
acompañaría en la noche.
Como todas, la noche transcurrió
en completa tranquilidad. La mañana de hoy no ha sido tan transparente como la
de ayer. Nubes altas pintaban blanquecinamente el cielo y el pronóstico
meteorológico daba lluvia a partir de las 12.
Nos hemos levantado
tarde, cerca de las 9 y después de desayunar hemos partido alrededor de las 10 a hacer la senda de Molino a Molino
que parte a la izquierda de la iglesia de la Hiruela. Hemos salido pertechados
con chubasquero y paraguas, para disuadir a la lluvia.
Casi en solitario
hemos atravesado el pueblín y nos hemos introducido por una ancha senda que
circulaba entre huertos hoy abandonados. Pronto se ha abierto a nuestra derecha
un pequeño valle y un paisaje con crestas de montañas cerrando el horizonte y
que nos ha custodiado hasta que nos hemos internado en un bosque de robles.
Tras atravesar un pequeño arroyo entre densa vegetación, hemos girado a la
derecha y hemos seguido caminando por una cómoda senda llana por un precioso
robledal donde destacaban algunos ejemplares de gran porte. Y una vez más, ahí
estaban viejunos y enormes robles centinelas del tiempo custodiando el bosque,
salpicados entre otros más jóvenes. Y así hemos seguido, en silencio, arropados
solo por el sonido del canto de los pajarillos hasta que hemos vislumbrado el
río Jarama al fondo y pronto nos ha acogido su rumor.
Descendemos al río
hasta un puente de madera que lo
atraviesa. Un camino asciende hasta el pueblo de El Cardoso del que nos separa
tan solo un kilómetro. El silencio solo es roto por el rumor de las cristalinas
aguas que descienden suavemente.
Desde aquí, seguimos
el curso del río que con el ímpetu de la juventud se abre paso rápido, y por una senda fácil caminamos hasta
llegar a las ruinas de un antiguo molino. Y sin poder resistirme a la atracción
de la hierba fresca, me he tumbado en la pradera sobre ella. Delicioso. La
soledad es completa. Solo oímos el sonido de la naturaleza, el rumor del rio,
el cantar de los pajarillos….
Continuamos la senda sin abandonar el rio hasta llegar a una zona donde aparece el
agua embalsada y aquí…el camino cambia, la señalización es algo más deficiente y nos movemos entre afiladas piedras por lo que nos tenemos
que emplear a fondo asegurando nuestros pasos, usando mas el baston, ayudándonos con las
manos, o deslizándonos sobre nuestros traseros pero seguimos rodeados de
belleza miremos por donde miremos.
Y llegamos al final, a
un molino harinero reconstruido y, afortunadamente, un puente de madera nos
vuelve a cruzar el rio porque sinceramente, pensaba que tendría que descalzarme
y pasarlo como pudiéramos. En este molino hay una pequeña y agradable área recreativa.
Leemos como este molino estuvo funcionando hasta los años 60 del siglo pasado y
que había sido recuperado, incluso su caz, o embalse de agua, asi como la
reguera que dirige el agua hacia él.
Tengo que decir que es
una de las sendas más hermosas que hemos podido hacer. La primavera además,
incrementa su belleza, a lo que se añade que no requiere gran esfuerzo,
exceptuando este final donde hay que tener un poco más de cuidado.
Ahora ya iniciamos un
ascenso por el camino y enseguida
encontramos una desviación que nos indica hacia las colmenas y tomamos una
estrecha senda que lomea unos 100 metros
hasta dejarnos frente a una especie de huerto, vallado de piedra y con la
puerta cerrada con un candado y un cartel que informa del peligro por la
presencia de abejas. Pero, la precaución inicial cede y me relajo. No se ve
actividad alguna de abejas, no se oyen, no se las ve. Parece todo vacío aunque
el lugar es muy interesante ya que para los panales han utilizado elementos
naturales propios de años atrás: troncos de árboles, chapas, maderas…etc.
Regresamos por donde
habíamos venido y aquí ya sí que nos cruzamos con un par de parejas. Seguimos
el camino que asciende y que aparece en tramos con pasarelas de madera,
suponemos que para salvar zonas embarradas hasta que en escasos diez minutos
terminamos casi donde habíamos empezado.
Y empiezan a
golpearnos suavemente gotas de lluvia. Hemos tenido suerte porque la lluvia en
el tramo de pizarras podría habernos complicado mucho y convertir en un sufrimiento
lo que nosotros hemos disfrutado mucho.
De regreso a la
autocaravana, ponemos rumbo a Montejo de la Sierra, a un lugar que habíamos
localizado como posible lugar de pernocta, pero…cuando llegamos no es posible,
así que viendo que nos encontramos a escasos 10 km de Prádena, decidimos ir a
comer al puerto del Cardoso, ahora
ya siempre acompañados por una lluvia fina pero persistente. Y aquí comemos, en
completa soledad, disfrutando de unas espléndidas vistas y con el golpeteo
monótono y continuo de la lluvia sobre la autocaravana. Es un sonido para mi de
los más reconfortantes. Me siento protegida de las inclemencias exteriores;
aquí, no puede pasar nada malo. Y arropado por él, me sumo en un breve y ligero
sueño.
Después, pusimos rumbo
de nuevo a Prádena, a donde pernoctamos la noche del domingo y aquí estamos
ahora. Frente a nosotros la sierra de Puebla de Sierra cubierta en parte por
las nubes deshilachadas y la lluvia que solo ha dejado de caer en breves
instantes.
No sé cómo amanecerá
mañana. Unas páginas web dan lluvia, y otras a partir de las 12. Queríamos
hacer una senda que parte de Horcajuelo de la sierra, al “Molino del tio
Cecilio”. Son casi 9 km, lo que ya de por sí me produce cierto temor. La de hoy
ha sido de poco más de 7 sin apenas desnivel y he vuelto casi matada, así que 9km….
Pero a ver si el tiempo nos lo permite.
Si llueve esperaremos
un tiempo prudencial, y si no cesa, pondremos rumbo a Rascafría, al mirador de
los Robredos, un sitio por el que tengo una especial predilección y pasaremos
allí la noche.
Y ha llovido toda la
tarde, pero por la noche ha cesado. Siempre salimos con Tula por la noche y he
adquirido la buena costumbre de mirar al cielo
para disfrutar de la cúpula negra con sus puntos diminutos que la
iluminan y hoy también se dejaban ver las estrellas.
La mañana, preciosa,
como todas las que abren después de una noche o tarde de lluvias: nubes aquí y
allá, a diferentes alturas, posadas en algunos sitios, deshilachadas en
otros, cubriendo picos, o asentadas en
alguna hondonada. Hermoso, distinto, mágico.
El cielo no es muy
gris y de vez en cuando deja que veamos el color azul. Sin desanimarnos por los
pronósticos que daban lluvias principalmente por la tarde, ponemos rumbo a Horcajuelo de la Sierra. Aparcamos a la
entrada del pueblo y nos preparamos para hacer la senda hacia el molino del
Tio Cecilio.
Como ayer, nos preparamos
para soportar lluvia, incluso me llevo unos pantalones impermeables.
Tras caminar unos 200
metros por la carretera hacia el merendero del pueblo tomamos una pista
forestal que asciende a la izquierda y comenzamos a ascender. Nos topamos con
una valla cerrada y dudamos de que estuviéramos en el camino correcto, así que
tomamos otro que partía a nuestra derecha y que nos lleva a una finca privada vallada
así que regresamos sobre nuestros pasos tomando la única vía que era posible
por la ancha pista forestal. Dedujimos que alguien había colocado allí esa
artesanal valla que no tenía mucho sentido en medio de una pista que parecía de
uso púbico.
No sin esfuerzo,
conseguimos liberar la puerta y abrirla y tenemos que invertir casi el mismo
tiempo para cerrarla. Subimos suavemente
por una ancha pista. A ambos lados vemos robles muy jóvenes que nos acompañan
prácticamente todo el camino. A nuestra izquierda se abre el valle por donde
debe discurrir el arroyo que nutre el molino al que vamos, al fondo, una corona
de montañas que prácticamente nos rodean. El paisaje es sencillo, pero hermoso
y el camino fácil siendo lo más complicado evitar los charcos y el barro.
Descubrimos lo que parecen ser huellas, seguramente de corzo o gamo ya que nos
parecen pequeñas para ser de jabalí, pero no vemos ninguno. Angel consigue ver
el trasero blanco de uno que huye a la carrera ladera arriba. Y mucho silencio
roto solo por los continuos gorgojeos de los pájaros. Qué lástima no saber distinguir
por sus trinos de qué aves se trata, por que el concierto es realmente hermoso.
Hemos deducido también
que siguiendo las señas de un relato de alguien que la ha realizado antes que
nosotros, la hemos empezado por el final, pero las descripciones “oficiales” eran
demasiado escuetas y esta lo describía más detalladamente complementándola con
fotografías, así que después de haber tenido alguna que otra experiencia en la
que nos hemos perdido, me decidí por seguir este relato y realmente las
fotografías son útiles aunque también el camino está señalizado pero en sentido
contrario.
Llegamos a un cruce de
caminos. Nuestra pista parece morir en otra que cruza pero el relato y las
fotos nos dicen que hemos de seguir de frente por una estrecha senda, y así lo
hacemos. Esta nos desciende suavemente al principio para luego ser un poco más
pronunciada hasta depositarnos en el arroyo delante de este puente. Nos
encontramos frente al arroyo ancho que no podemos pasar por el agua que lleva.
Yo me hubiera descalzado y lo hubiera cruzado, pero un cartel nos prohíbe el
paso informando de que es una propiedad privada y Angel se niega, así que,
perdemos parte de la gracia de la senda, ya que no podemos llegar al destino en
sí.
Retrocedemos y pasamos
ese puente de manera para después seguir una ancha pista forestal de tierra que
prácticamente plana discurre paralela al camino que hemos traído para venir,
pero al otro lado de la pequeña garganta que forma este arroyo. Es sencillo y
fácil y al igual que en el de ida la única dificultad está en evitar el barro y
los charcos que ha formado la lluvia.
En poco tiempo llegamos a una zona donde pastan tranquilamente vacas
cercana a una granja, bueno, ahora se llaman explotaciones ganaderas, que es
más elegante. Al llegar aqui el camino es ya cementado y en poco más, llegamos al pueblo.
Hemos invertido dos
horas y media y el tiempo nos ha acompañado. Ya en el pueblo charlamos con una
joven empleada de la Sierra del Rincón y la preguntamos por qué no hay en toda
esta sierra un área para autocaravanas y parece que están en ello, que son
conscientes y sensibles a la necesidad, pero también observamos que se
encuentran desbordados. Y es que todas
las Comunidades Autonomas exceptuando Extremadura, han permanecido confinadas
desde diciembre por lo que a los casi seis millones de madrileños solo nos han
dejado nuestra propia comunidad para poder movernos y eso ha tenido como
resultado inundar todos los pueblos y parajes
cercanos a la gran ciudad, donde la gran masa de población se concentra rodeada
de ladrillo y asfalto. Cualquier tranquilo pueblo, cualquier bosquecillo, ha
sido literalmente invadido por masas de urbanitas deseosos de un trozo de aire
fresco.
Callejeamos por el
pueblo, y al igual que los que hemos
visitado ya, está cuidado, con casonas de piedra y ventanas y balcones de
madera. Armonioso y bello.
Cargamos agua para
beber en una fuente y ponemos rumbo a Rascafría, al Mirador de los Robledos. Y es que desde que lo descubrí la primera
vez, tengo debilidad por este lugar que
tiene una belleza especial. Se trata de una plataforma a la que se sube a través de 600 metros de una
muy estrecha carretera, pero que se abre
y se asoma al valle del Lozoya, con el embalse al final y rodeado de una corona
de montañas y de verdes praderas arboladas de pinos y encinas. Las vistas son
realmente hermosas.
En nuestro camino nos
desviamos un poco a una gasolinera de Buitrago situada en la antigua N-I que
por 50 euros de llenado de gasoil nos permite cargar y descargar agua, así que,
llenamos todos los depósitos, incluido
el del agua y cargamos y descargamos agua.
Limpios y llenos nos
dirigimos a Rascafría. Siempre que encaramos la subida al mirador cruzamos los
dedos ya que no caben dos vehículos. De encontrarnos con alguno, uno debería
buscar un sitio donde poder retirarse, pero, subimos solos. La otra inquietud
que también siempre me acompaña cuando llego a este lugar es si seguiremos
pudiendo pasar aquí la noche, porque cada vez son más las autocaravanas que
tenemos la misma idea. Estos sitios cada vez son más conocidos ya que a través
de las redes sociales la gente lo
comparte. Sinceramente, puede parecer egoísta pero yo, cuando un sitio es tan
especial como este e intuyo que por su popularidad puede verse afectado
negativamente, lo comparto únicamente con los que me leen.
Pero vemos que ya
hay varias autocaravanas, lo cual, un miércoles laborable, no deja de ser
sorprendente. Y queda la tercera inquietud, un sitio plano donde ponernos, porque la última
vez que estuvimos aquí, cuando acabó el estado de alarma, estaba casi todo
ocupado. Pero hoy, había sitio. Cuando hemos llegado había cuatro, y ahora, a
las 20 horas, somos cuatro ya que una ha marchado
Comemos y …trato de
descansar porque Angel se pone a trastear con el boiler que si ayer no nos dio problemas
para ducharnos, hoy sí. Se enciende e inmediatamente se apaga. Jose Luis de
Roulot nos dice que posiblemente no tengamos GLP suficiente. Y me pongo a hacer
cuentas: lo hemos usado unos 14 días, cocinar, ducharnos y frigorífico. Cuando
llamamos a nuestro amigo Jesús, nos dice que es lo normal. A mi, se me hace
poco. Hemos estado por Noruega, 30 días, nuestros dos hijos y nosotros, con
calefacción incluida (aunque poco al ser verano) y hemos tirado con dos bombonas de butano. Y 14 días una para dos
personas se me hace poco, pero parece que es así. Mañana intentaremos echar GLP
por primera vez y observaremos el comportamiento.
Después de hablar con
Roulot y Jesús, hemos salido a estirar las patitas por la pista que asciende
hacia el mirador en sí, y hemos recibido dos hermosos regalos. Frente a
nosotros hemos observado la carrera de dos gamos que han corrido unos metros
casi paralelos a nosotros hasta perderse entre los árboles, pero luego un poco
después, otros dos han cruzado la pista. Uno se ha parado mirándonos fijamente
pero en segundos ha desaparecido también. Sí, un regalo maravilloso.
Y ahora descansamos
aquí, en este lugar tan especial, con el valle de Lozoya a nuestros pies.
Nuestra vista se extiende por todo el valle que se abre por el parabrisas y las
ventanas de nuestra autocaravana. Todo un lujo. Mañana intentaremos hacer la
senda del valle de la angostura, si el tiempo nos lo permite. Luego, no sabemos
si regresaremos a dormir a casa, o nos quedaremos aquí de nuevo. Angel se
inclina por regresar. De cualquier forma, me siento ya desquitada, con fuerzas
nuevas para aguantar un mes mas sin poder viajar. El estado de alarma finaliza
el 9 de mayo y esto puede suponer que podamos ya viajar aunque hay muchas
autonomías que están en contra y piden que se legisle para poder continuar con
toques de queda, horarios limitados de hostelería y confinamientos locales. Ya
veremos
Y última mañana estupenda
de nuestra escapada. Descendemos hasta los restaurantes para aparcar e iniciar
la senda por el Valle de la Angostura que discurre paralela al río.
Seguimos siempre dejando el río a nuestra izquierda que desciende bravo con la
fuerza de la primavera, rápido, ruidoso esquivando rocas, raíces…abriéndose
paso como si tuviera prisa por descargar sus aguas. En poco tiempo llegamos a
una presa que deja caer el agua abriéndose en un bonito abanico. Y seguimos ascendiendo su curso suavemente.
El entorno es una belleza, salpicado de pinos y vegetación baja, todo verde,
húmedo. Casi al final, dejamos el rio abajo para caminar por una ancha pista
hasta que llegamos a un pequeño y viejo puente. Es el mismo que cuando hicimos
la senda del Tejo de Barondillo solo que entonces subimos por donde vamos a
descender ahora.
Asi que llegados a
este punto iniciamos el regreso, ahora dejando el rio a nuestra izquierda también
y por una pista fácil que discurre entre enormes pinos y acebos hasta llegar al
restaurante por donde pasamos el rio para terminar en el aparcamiento. Y una
vez allí decidimos arriesgarnos y volver a subir al Mirador de los Robredos, a
comer disfrutando de esa espléndida vista para después de descansar, irnos ya a
dormir a casa dando por finalizada la que sería la última escapada en el estado
de alarma.
Mª Angeles Del Valle Blazquez
Boadilla del Monte, Julio 2021