Cuando termine todo esto

porque terminará,

quiero que el mundo se llene de primeras veces

Otra vez



Hace más de un año que se declaró la pandemia. Algo, algo hemos avanzado. Ya están aquí las vacunas para la población y a Angel ya le ha tocado la primera dosis de la AstraZeneca. Yo espero que en poco me citen. Una vez vacunados los sanitarios y algunos trabajadores esenciales, aunque con Moderna y Pfizer, han empezado con la población general, de mas edad a menos. Pero la vacuna AstraZeneca no parece recomendada para mayores de 65 por lo que han empezado con la población de 60 a 64  aunque esto es hoy y a hora en la que escribo este relato por que el escenario no es que cambie de un día para otro, cambia dentro del mismo día y lo que en un momento no era válido, a las pocas horas sí lo es. El desconcierto se añade como otro sentimiento más durante esta pandemia.

Y si me enrollo con esto es porque se habla de que estamos a las puertas de la cuarta ola y desde prácticamente el puente de San José,  el 19 de marzo, todas las comunidades autónomas están cerradas perimetralmente, incluida Madrid y así permanecieron hasta  el 9 de abril. Pero pasada esta fecha, ninguna, excepto Madrid, ha abierto su frontera perimetral. Pero es un escenario tan cambiante, que el jueves día 8, Extremadura dijo que abría y el viernes, cuando lo teníamos todo preparado para irnos unos días a las Hurdes, se retractó así que pusimos en marcha el “plan b” la sierra de Madrid, una vez más. Y aquí estamos.

Salimos el domingo por la mañana para no coincidir con alguno de los más de seis millones de madrileños que se mueven por la comunidad como fieras enjauladas y que todos los fines de semana invaden la sierra y si en un principio pensé irnos a La Pedriza, luego,…me resultó excesivamente cercano a casa, a escasos 30 km así que cambié el rumbo y de nuevo la Sierra del Rincón fue nuestro destino.

Estamos en Pradena del Rincón donde nos escapamos también en enero pero esta vez el lugar en el que estuvimos entonces…lo han cerrado con una cadena. Vamos a morir de éxito. Antes éramos pocas autocaravanas moviéndonos, ahora,….quizás demasiadas y concentradas en Madrid y moviéndonos por la sierra….no quiero ni pensarlo.

Estamos aparcados en la carretera en la Laguna del Salmoral pero apenas pasan coches (1.049070, -3.523291)

Hemos llegado a la hora de comer y nos hemos reunido cuatro entre camper y furgonetas, pero ahora, alrededor de las 18 horas, estamos solos. Hemos dado una vuelta a esta…lo llaman laguna, pero no quiero ofender a nadie, más bien es una charca un poco grande. Hemos visto herrerillos que últimamente los vemos a simple vista, unos machos de ánade real, tres, sin hembras y una pareja de zampullines chicos,  pero…que no estamos seguros ya que se sumergían con mucha frecuencia y era difícil identificarlos. También un trio de galápagos de tamaño considerable.  Esta lagunilla tiene un hide para observar las aves y un parque de rocas, curioso e interesante para los chicos.

El paisaje es delicioso. La primavera ha hecho su entrada y va vistiendo los arboles de hojas y pintado todo de color verde en todas sus gamas. El color amarillo de las florecillas salpica estas extensiones verdes enmarcadas por las cimas cercanas y techadas por el gris de un cielo cubierto de nubes de tormenta que de vez en cuando dejan pasar los rayos del sol que lo iluminan todo. La verdad es que es hermoso y aunque estemos a 100 km escasos de casa, hay que llenar los ojos de estos paisajes mientras esperamos a que nuestros horizontes puedan ampliarse, que no quedará mucho ya para eso. Y es que ….echo de menos el mar, pasear por la playa, sentir la caricia de la arena en mis pies, el frío del agua lamiéndome mis pies, jugando con la playa. Echo de menos el infinito horizonte que se abre en el mar….Pero, todo llegará…..

Noche tranquila y muy fría. Una fina capa de escarcha cubre las zonas umbrías pero un brillante sol ilumina todo intensificando los colores y alegrándolo todo.

Con mucha tranquilidad partimos hacia Puebla de la Sierra, ascendiendo el puerto. Arriba, unas espléndidas vistas del valle de Puebla de la Sierra por un lado, y de la Sierra de Guadarrama por otro.

Descendemos el puerto con alguna que otra buena curva y nos topamos con un camión que transporta maquinaria pesada aunque afortunadamente un coche avisa y nos podemos retirar en la cuneta en un espacio amplio hasta que pasa.

Aparcamos a la entrada del pueblo y nos dirigimos al comienzo de la senda del robledal tomando la calle de la fragua que sale a mano izquierda y que asciende hasta un nogal que marca el inicio de la ruta que está bien señalizada. La senda, ancha y cómoda  discurre al principio entre huertos y frutales. Después asciende para luego girar a la izquierda compartiendo tramo con una regadera. Ya hemos empezado a ver los robles que eran utilizados para hacer carbón y vigas para construir viviendas. 

En un punto del camino observamos una vez más lo que nuestros abuelos llevan practicando toda la vida y que los ecologistas han puesto de moda: el reciclaje. Así un grupo de bañeras colocadas en fila hacen de improvisados abrevaderos.


Poco a poco comienzan a aparecer robles de inmenso porte, uno tras otro, hermosos, vivos, viejos gigantes, testigos mudos del pasado y… no puedo evitar abrazarme a uno para sentir su fuerza. Continuamos caminando en soledad, por una cómoda y ancha pista entre robles que aún permanecen desnudos ya que a la primavera no la ha dado tiempo aun para vestirlos.

 Llegamos a un estanque que parece que guarda el agua de riego. Es el punto de inflexión y comenzamos  a dar la vuelta. Qué paz, qué tranquilidad. Soy capaz de distinguir hasta tres trinos distintos. El canto de los pajarillos nos acompaña todo el camino y a veces conseguimos distinguir algún grupo pequeño juguetón.

Casi sin darnos cuenta nos encontramos de nuevo en el pueblo. Dejamos a Tula en la autocaravana y nos perdemos por  sus callejuelas que tienen su pequeño encanto sobre todo la zona donde está el ayuntamiento y la iglesia. Está todo muy cuidado y la armonía apenas se rompe. Casas de pizarra con ventanas de madera jalonan las pequeñas calles de este pueblecito serrano en el que la carretera muere.

Mantenemos una breve conversación con un lugareño que trastea con paneles de colmenas. Como no puede ser de otra manera, iniciamos una breve conversación con él y nos enseña lo que les pone a las abejas en la colmena para que luego ellas hagan sus celdas y depositen su miel. Le pregunto si vende, pero me dice que no aunque observamos que tiene varias colmenas dentro y diverso material. Más que nada es porque cuando compro miel en una gran superficie no sé qué estoy comprando, si miel china o una buena imitación. Aquí al menos me produce mayor confianza.

Dejamos  este encantador lugar para poner rumbo a La Hiruela. La carretera, justa de tamaño, asciende  de nuevo el puerto de Puebla de la Sierra y después el de La Hiruela disfrutando de hermosas vistas. Nuestro camino es solo empañado por el susto que nos da un camión grande que transporta troncos y menos mal que tenemos un pequeñín arcén a donde apartarnos porque dudo que hubiéramos cabido los dos en determinados puntos.

Descendemos el puerto y llegamos al aparcamiento de La Hiruela. El más alejado está prácticamente vacío y hay una autocaravana. Está un poco desnivelado, pero no ponemos calzos, ya estamos curtidos y si el desnivel es pequeño, nos adaptamos con relativa facilidad.

Como es pronto, decidimos acercarnos a pasear por sus calles. Hace unos 12 años que estuvimos aquí, entonces con la Fiat ducato, la camper Adria. No había estos aparcamientos, solo unas plazas a la entrada y allí hicimos noche un viernes para el sábado por la mañana hacer la senda de las carboneras. Era otoño y coincidimos con un grupo de cazadores, ataviados con sus lodem y unos relojes que podrían haber financiado parte de nuestra camper. Hicimos esa ruta encogidos ya que según subíamos nos pasaron en 4x4 y nos dijeron que tuviéramos cuidado que iban a cazar. Este aviso resultaba algo amenazador o al menos inquietante,  así que recuerdo que llegado a cierto punto, decidimos regresar haciendo ruido…por si acaso. Y entonces, nos acompañó nuestra amiga peluda Mara que nos dejó hace 13 años.

Nos introducimos por una de sus dos calles principales y sigue siendo tan hermoso como cuando estuvimos aquí la primera vez. Entonces ya me llamó la atención el encanto de sus callejuelas, sus casas, de pizarra, su armonía e integración con el entorno, nada parecía desentonar. Me sorprendió agradablemente, cuando al acceso a las redes no estaba tan generalizado y por tanto estos rincones de la sierra madrileña eran más desconocidos permaneciendo ocultos para gran parte de la población. Ahora, todo está descubierto, publicado y consiguientemente, invadido. Ahora quizás me parecía más cuidado si cabe. Recorrimos sus calles hasta la iglesia y regresamos a comer.

Tras un descanso salimos de nuevo a estirar las piernas y localizamos el principio de la ruta que queríamos hacer mañana, De molino a Molino y charlamos con un lugareño que nos confirmó nuestras sospechas de que los fines de semana esto era un horror. Que eran invadidos por hordas de madrileños, que ayer llegaron a estar 300 personas por las calles, quejándose de que tenían que hacer cola en el único bar de la localidad. Nos comentó triste que el campo estaba sucio, con latas, pañuelos de papel, mascarillas…y que los 60 habitantes de este pequeño pueblo se encerraban sus casas el viernes para no salir hasta el lunes. Hoy, lunes  en el aparcamiento contaríamos una veintena de turismos. Sigo sin comprender a qué se dedica la gente…

Regresamos a la autocaravana y ya estábamos  solos. Se habían ido todos los turismos e incluso la autocaravana vecina, pero antes del anochecer  vino una camper que nos acompañaría en la noche.

Como todas, la noche transcurrió en completa tranquilidad. La mañana de hoy no ha sido tan transparente como la de ayer. Nubes altas pintaban blanquecinamente el cielo y el pronóstico meteorológico daba lluvia a partir de las 12.

Nos hemos levantado tarde, cerca de las 9 y después de desayunar hemos partido alrededor de las  10 a hacer la senda de Molino a Molino que parte a la izquierda de la iglesia de la Hiruela. Hemos salido pertechados con chubasquero y paraguas, para disuadir a la lluvia.

Casi en solitario hemos atravesado el pueblín y nos hemos introducido por una ancha senda que circulaba entre huertos hoy abandonados. Pronto se ha abierto a nuestra derecha un pequeño valle y un paisaje con crestas de montañas cerrando el horizonte y que nos ha custodiado hasta que nos hemos internado en un bosque de robles. 


Tras atravesar un pequeño arroyo entre densa vegetación, hemos girado a la derecha y hemos seguido caminando por una cómoda senda llana por un precioso robledal donde destacaban algunos ejemplares de gran porte. Y una vez más, ahí estaban viejunos y enormes robles centinelas del tiempo custodiando el bosque, salpicados entre otros más jóvenes. Y así hemos seguido, en silencio, arropados solo por el sonido del canto de los pajarillos hasta que hemos vislumbrado el río Jarama al fondo y pronto nos ha acogido su rumor.

Descendemos al río hasta un puente de madera que  lo atraviesa. Un camino asciende hasta el pueblo de El Cardoso del que nos separa tan solo un kilómetro. El silencio solo es roto por el rumor de las cristalinas aguas que descienden suavemente. 




Desde aquí, seguimos el curso del río que con el ímpetu de la juventud  se abre paso  rápido, y por una senda fácil caminamos hasta llegar a las ruinas de un antiguo molino. Y sin poder resistirme a la atracción de la hierba fresca, me he tumbado en la pradera sobre ella. Delicioso. La soledad es completa. Solo oímos el sonido de la naturaleza, el rumor del rio, el cantar de los pajarillos….

Continuamos  la senda sin abandonar el  rio hasta llegar a una zona donde aparece el agua embalsada y aquí…el camino cambia, la señalización es algo más deficiente  y nos movemos  entre afiladas piedras por lo que nos tenemos que emplear a fondo asegurando nuestros pasos,  usando mas el baston, ayudándonos con las manos, o deslizándonos sobre nuestros traseros pero seguimos rodeados de belleza miremos por donde miremos.

Y llegamos al final, a un molino harinero reconstruido y, afortunadamente, un puente de madera nos vuelve a cruzar el rio porque sinceramente, pensaba que tendría que descalzarme y pasarlo como pudiéramos. En este molino hay una pequeña y agradable área recreativa. Leemos como este molino estuvo funcionando hasta los años 60 del siglo pasado y que había sido recuperado, incluso su caz, o embalse de agua, asi como la reguera que dirige el agua hacia él.

Tengo que decir que es una de las sendas más hermosas que hemos podido hacer. La primavera además, incrementa su belleza, a lo que se añade que no requiere gran esfuerzo, exceptuando este final donde hay que tener un poco más de cuidado.

Ahora ya iniciamos un ascenso  por el camino y enseguida encontramos una desviación que nos indica hacia las colmenas y tomamos una estrecha  senda que lomea unos 100 metros hasta dejarnos frente a una especie de huerto, vallado de piedra y con la puerta cerrada con un candado y un cartel que informa del peligro por la presencia de abejas. Pero, la precaución inicial cede y me relajo. No se ve actividad alguna de abejas, no se oyen, no se las ve. Parece todo vacío aunque el lugar es muy interesante ya que para los panales han utilizado elementos naturales propios de años atrás: troncos de árboles, chapas, maderas…etc.

Regresamos por donde habíamos venido y aquí ya sí que nos cruzamos con un par de parejas. Seguimos el camino que asciende y que aparece en tramos con pasarelas de madera, suponemos que para salvar zonas embarradas hasta que en escasos diez minutos terminamos casi donde habíamos empezado.

Y empiezan a golpearnos suavemente gotas de lluvia. Hemos tenido suerte porque la lluvia en el tramo de pizarras podría habernos complicado mucho y convertir en un sufrimiento lo que nosotros hemos disfrutado mucho.

De regreso a la autocaravana, ponemos rumbo a Montejo de la Sierra, a un lugar que habíamos localizado como posible lugar de pernocta, pero…cuando llegamos no es posible, así que viendo que nos encontramos a escasos 10 km de Prádena, decidimos ir a comer al puerto del Cardoso, ahora ya siempre acompañados por una lluvia fina pero persistente. Y aquí comemos, en completa soledad, disfrutando de unas espléndidas vistas y con el golpeteo monótono y continuo de la lluvia sobre la autocaravana. Es un sonido para mi de los más reconfortantes. Me siento protegida de las inclemencias exteriores; aquí, no puede pasar nada malo. Y arropado por él, me sumo en un breve y ligero sueño.

Después, pusimos rumbo de nuevo a Prádena, a donde pernoctamos la noche del domingo y aquí estamos ahora. Frente a nosotros la sierra de Puebla de Sierra cubierta en parte por las nubes deshilachadas y la lluvia que solo ha dejado de caer en breves instantes.

No sé cómo amanecerá mañana. Unas páginas web dan lluvia, y otras a partir de las 12. Queríamos hacer una senda que parte de Horcajuelo de la sierra, al “Molino del tio Cecilio”. Son casi 9 km, lo que ya de por sí me produce cierto temor. La de hoy ha sido de poco más de 7 sin apenas desnivel y he vuelto casi matada, así que 9km…. Pero a ver si el tiempo nos lo permite.

Si llueve esperaremos un tiempo prudencial, y si no cesa, pondremos rumbo a Rascafría, al mirador de los Robredos, un sitio por el que tengo una especial predilección y pasaremos allí la noche.

Y ha llovido toda la tarde, pero por la noche ha cesado. Siempre salimos con Tula por la noche y he adquirido la buena costumbre de mirar al cielo  para disfrutar de la cúpula negra con sus puntos diminutos que la iluminan y hoy también se dejaban ver las estrellas.

La mañana, preciosa, como todas las que abren después de una noche o tarde de lluvias: nubes aquí y allá, a diferentes alturas, posadas en algunos sitios, deshilachadas en otros,  cubriendo picos, o asentadas en alguna hondonada. Hermoso, distinto, mágico.

El cielo no es muy gris y de vez en cuando deja que veamos el color azul. Sin desanimarnos por los pronósticos que daban lluvias principalmente por la tarde, ponemos rumbo a Horcajuelo de la Sierra. Aparcamos a la entrada del pueblo y nos preparamos para hacer la senda hacia el molino del Tio Cecilio.

Como ayer, nos preparamos para soportar lluvia, incluso me llevo unos pantalones impermeables.

Tras caminar unos 200 metros por la carretera hacia el merendero del pueblo tomamos una pista forestal que asciende a la izquierda y comenzamos a ascender. Nos topamos con una valla cerrada y dudamos de que estuviéramos en el camino correcto, así que tomamos otro que partía a nuestra derecha y que nos lleva a una finca privada vallada así que regresamos sobre nuestros pasos tomando la única vía que era posible por la ancha pista forestal. Dedujimos que alguien había colocado allí esa artesanal valla que no tenía mucho sentido en medio de una pista que parecía de uso púbico.  

No sin esfuerzo, conseguimos liberar la puerta y abrirla y tenemos que invertir casi el mismo tiempo  para cerrarla. Subimos suavemente por una ancha pista. A ambos lados vemos robles muy jóvenes que nos acompañan prácticamente todo el camino. A nuestra izquierda se abre el valle por donde debe discurrir el arroyo que nutre el molino al que vamos, al fondo, una corona de montañas que prácticamente nos rodean. El paisaje es sencillo, pero hermoso y el camino fácil siendo lo más complicado evitar los charcos y el barro. Descubrimos lo que parecen ser huellas, seguramente de corzo o gamo ya que nos parecen pequeñas para ser de jabalí, pero no vemos ninguno. Angel consigue ver el trasero blanco de uno que huye a la carrera ladera arriba. Y mucho silencio roto solo por los continuos gorgojeos de los pájaros. Qué lástima no saber distinguir por sus trinos de qué aves se trata, por que el concierto es realmente hermoso.


Hemos deducido también que siguiendo las señas de un relato de alguien que la ha realizado antes que nosotros, la hemos empezado por el final, pero las descripciones “oficiales” eran demasiado escuetas y esta lo describía más detalladamente complementándola con fotografías, así que después de haber tenido alguna que otra experiencia en la que nos hemos perdido, me decidí por seguir este relato y realmente las fotografías son útiles aunque también el camino está señalizado pero en sentido contrario.

Llegamos a un cruce de caminos. Nuestra pista parece morir en otra que cruza pero el relato y las fotos nos dicen que hemos de seguir de frente por una estrecha senda, y así lo hacemos. Esta nos desciende suavemente al principio para luego ser un poco más pronunciada hasta depositarnos en el arroyo delante de este puente. Nos encontramos frente al arroyo ancho que no podemos pasar por el agua que lleva. Yo me hubiera descalzado y lo hubiera cruzado, pero un cartel nos prohíbe el paso informando de que es una propiedad privada y Angel se niega, así que, perdemos parte de la gracia de la senda, ya que no podemos llegar al destino en sí.

Retrocedemos y pasamos ese puente de manera para después seguir una ancha pista forestal de tierra que prácticamente plana discurre paralela al camino que hemos traído para venir, pero al otro lado de la pequeña garganta que forma este arroyo. Es sencillo y fácil y al igual que en el de ida la única dificultad está en evitar el barro y los charcos que ha formado la lluvia. 

En poco tiempo llegamos a una  zona donde pastan tranquilamente vacas cercana a una granja, bueno, ahora se llaman explotaciones ganaderas, que es más elegante. Al llegar aqui el camino es ya cementado  y en poco más, llegamos al pueblo.

Hemos invertido dos horas y media y el tiempo nos ha acompañado. Ya en el pueblo charlamos con una joven empleada de la Sierra del Rincón y la preguntamos por qué no hay en toda esta sierra un área para autocaravanas y parece que están en ello, que son conscientes y sensibles a la necesidad, pero también observamos que se encuentran desbordados. Y es que  todas las Comunidades Autonomas exceptuando Extremadura, han permanecido confinadas desde diciembre por lo que a los casi seis millones de madrileños solo nos han dejado nuestra propia comunidad para poder movernos y eso ha tenido como resultado inundar todos los pueblos  y parajes cercanos a la gran ciudad, donde la gran masa de población se concentra rodeada de ladrillo y asfalto. Cualquier tranquilo pueblo, cualquier bosquecillo, ha sido literalmente invadido por masas de urbanitas deseosos de un trozo de aire fresco.

Callejeamos por el pueblo,  y al igual que los que hemos visitado ya, está cuidado, con casonas de piedra y ventanas y balcones de madera. Armonioso y bello.

Cargamos agua para beber en una fuente y ponemos rumbo a Rascafría, al Mirador de los Robledos. Y es que desde que lo descubrí la primera vez, tengo debilidad por este lugar  que tiene  una belleza especial. Se trata de  una plataforma  a la que se sube a través de 600 metros de una muy estrecha carretera, pero que se  abre y se asoma al valle del Lozoya, con el embalse al final y rodeado de una corona de montañas y de verdes praderas arboladas de pinos y encinas. Las vistas son realmente hermosas.

En nuestro camino nos desviamos un poco a una gasolinera de Buitrago situada en la antigua N-I que por 50 euros de llenado de gasoil nos permite cargar y descargar agua, así que, llenamos  todos los depósitos, incluido el del agua y cargamos y descargamos agua.


Limpios y llenos nos dirigimos a Rascafría. Siempre que encaramos la subida al mirador cruzamos los dedos ya que no caben dos vehículos. De encontrarnos con alguno, uno debería buscar un sitio donde poder retirarse, pero, subimos solos. La otra inquietud que también siempre me acompaña cuando llego a este lugar es si seguiremos pudiendo pasar aquí la noche, porque cada vez son más las autocaravanas que tenemos la misma idea. Estos sitios cada vez son más conocidos ya que a través de las redes sociales  la gente lo comparte. Sinceramente, puede parecer egoísta pero yo, cuando un sitio es tan especial como este e intuyo que por su popularidad puede verse afectado negativamente, lo comparto únicamente con los que me leen. 

Pero vemos que ya hay varias autocaravanas, lo cual, un miércoles laborable, no deja de ser sorprendente. Y queda la tercera inquietud, un  sitio plano donde ponernos, porque la última vez que estuvimos aquí, cuando acabó el estado de alarma, estaba casi todo ocupado. Pero hoy, había sitio. Cuando hemos llegado había cuatro, y ahora, a las 20 horas, somos cuatro ya que una ha marchado

Comemos y …trato de descansar porque Angel se pone a trastear con el boiler que si ayer no nos dio problemas para ducharnos, hoy sí. Se enciende e inmediatamente se apaga. Jose Luis de Roulot nos dice que posiblemente no tengamos GLP suficiente. Y me pongo a hacer cuentas: lo hemos usado unos 14 días, cocinar, ducharnos y frigorífico. Cuando llamamos a nuestro amigo Jesús, nos dice que es lo normal. A mi, se me hace poco. Hemos estado por Noruega, 30 días, nuestros dos hijos y nosotros, con calefacción incluida (aunque poco al ser verano) y hemos tirado con dos  bombonas de butano. Y 14 días una para dos personas se me hace poco, pero parece que es así. Mañana intentaremos echar GLP por primera vez y observaremos el comportamiento.

Después de hablar con Roulot y Jesús, hemos salido a estirar las patitas por la pista que asciende hacia el mirador en sí, y hemos recibido dos hermosos regalos. Frente a nosotros hemos observado la carrera de dos gamos que han corrido unos metros casi paralelos a nosotros hasta perderse entre los árboles, pero luego un poco después, otros dos han cruzado la pista. Uno se ha parado mirándonos fijamente pero en segundos ha desaparecido también. Sí, un regalo maravilloso.

Y ahora descansamos aquí, en este lugar tan especial, con el valle de Lozoya a nuestros pies. Nuestra vista se extiende por todo el valle que se abre por el parabrisas y las ventanas de nuestra autocaravana. Todo un lujo. Mañana intentaremos hacer la senda del valle de la angostura, si el tiempo nos lo permite. Luego, no sabemos si regresaremos a dormir a casa, o nos quedaremos aquí de nuevo. Angel se inclina por regresar. De cualquier forma, me siento ya desquitada, con fuerzas nuevas para aguantar un mes mas sin poder viajar. El estado de alarma finaliza el 9 de mayo y esto puede suponer que podamos ya viajar aunque hay muchas autonomías que están en contra y piden que se legisle para poder continuar con toques de queda, horarios limitados de hostelería y confinamientos locales. Ya veremos

Y última mañana estupenda de nuestra escapada. Descendemos hasta los restaurantes para aparcar e iniciar la senda por el Valle de la Angostura que discurre paralela al río. Seguimos siempre dejando el río a nuestra izquierda que desciende bravo con la fuerza de la primavera, rápido, ruidoso esquivando rocas, raíces…abriéndose paso como si tuviera prisa por descargar sus aguas. En poco tiempo llegamos a una presa que deja caer el agua abriéndose en un bonito abanico.  Y seguimos ascendiendo su curso suavemente. El entorno es una belleza, salpicado de pinos y vegetación baja, todo verde, húmedo. Casi al final, dejamos el rio abajo para caminar por una ancha pista hasta que llegamos a un pequeño y viejo puente. Es el mismo que cuando hicimos la senda del Tejo de Barondillo solo que entonces subimos por donde vamos a descender ahora.

Asi que llegados a este punto iniciamos el regreso, ahora dejando el rio a nuestra izquierda también y por una pista fácil que discurre entre enormes pinos y acebos hasta llegar al restaurante por donde pasamos el rio para terminar en el aparcamiento. Y una vez allí decidimos arriesgarnos y volver a subir al Mirador de los Robredos, a comer disfrutando de esa espléndida vista para después de descansar, irnos ya a dormir a casa dando por finalizada la que sería la última escapada en el estado de alarma.












Mª Angeles Del Valle Blazquez
Boadilla del Monte, Julio 2021